Héctor Alancay
Rubén Alancay
Ricardo Alancay
Eulalio Lamas
Cecilio Mamaní
Mario Rabey (2)
[Ricardo Alancay]
Él va a testimoniar y nosotros podemos ser legítimos testigos de lo que él va a decir. O sea, conferencia de prensa no hay. Hoy les presento a Don Eulalio Lamas para que nos cuente la vida del salinero.
[Eulalio Lamas]
Venían de lejos: por ejemplo, de Santa Catalina, de Santa Victoria, de Yavi (3), con treinta o cuarenta o cincuenta animales. Eran tres, cuatro, cinco arrieros, según la tropa. Estos hombres llegaban a las salinas y si no trabajaban ellos la sal, ocupaban changueros. La sal se presenta en el lugar en forma de roca, pero a una pequeña altura (4) que va acrecentando de acuerdo a la distancia (5). Por ejemplo, esto todo que sea (6), entonces de aquí va entrando de a poco. Ahí en el medio debe estar más o menos a un metro o dos.
Entonces esta gente trabaja la sal, como ocupaba changueros: era a la orilla, a donde estaba más o menos la carga de burro. Y así esta gente venía y hacía las cargas que necesitaba y no le costaba un cinco, sacaba la sal, absolutamente nada. Bueno yo creo que todos son de la quebrada (7): ¿hay alguno que no conoce lo que se necesitaba para el aseguramiento de la sal sobre el lomo de burro? Bueno, esta gente traía sus burros, traía otra cosa que se llamaba carona: era un artefacto que se colocaba sobre el lomo del animal, hecho de cuero, con una altura más o menos de cuatro o cinco centímetros.
[un interlocutor]
Discúlpeme señor: cómo hacían para sacar la sal?
[Eulalio Lamas]
[un interlocutor]
[Eulalio Lamas]
[el interlocutor]
[Eulalio Lamas]
Y para sujetar sobre del animal se necesitaba un lío para acollararlo un pan con otro. Bueno, hecho esto, para asegurarlo para que no se caiga se utilizaban sogas, hechas de lana de ovejas o de llamas, se pasaba por debajo de la panza del animal, se pasaba la cincha. Eso era ya para caminar con la carga sobre el lomo del animal.
Una vez ya recorrida la distancia durante el día y para donde se quedaba el arriero, se descargaba tal como se cargaba, y para asegurar los animales se utilizaba una manea. Ese lugar adonde siempre se quedaba el arriero se llamaba realero, hornada. Y ahí teníamos que quedarnos todos porque el animal ya conocía la hornada y él mismo, porque estábamos caminando y el animal ya estaba, ¿cómo podíamos decir?, ya estaba amaestrado, se hacía a un lado del camino, de la huella. Ya sabía el animal. Entonces todos seguían.
Una vez descargados los animales les llevábamos a cierta distancia y les poníamos la seguridad que se llamaba manea, también hecha de hilo de oveja o de llama, lo que sea. Este instrumento era doblado: por ejemplo un hilo grueso en uno de los extremos -era de más o menos cuarenta centímetros, un poquito más-, en uno de los extremos llevaba un adorno, una porra. Bueno, eso sería para seguridad del animal. A todos los animales teníamos que asegurarlos con la manea.
Entonces, esa tropa tenía un animal donde llevaba en el cogote una campanita de bronce que se llamaba cencerro, con un badajito chiquito: ese animal se llamaba marucha. Bueno ya estamos de vuelta, ya estamos de vuelta de la salina con toda la carga. Pero ese marucho tenía que haber desde el principio desde que salía de la casa hasta que volvía otra vez a la casa.
Ese era una madrina: el cencerrito, el ruido ese atraía a los demás animales; a donde estaba el cencerrito ese, ahí estaban casi todos los demás animales. Algunos caprichosos, algunos mañeros se escapaban a lo mejor un poco más. Bueno, eso era del arriero, del salinero o de cualquier arriero, no solamente del salinero. Bueno ya hemos llegado al destino con todas esas cosas, pero ahora vamos a pasar un poco más atrás.
El control sobre la sal: campesinos, políticos y empresarios
A partir de mil novecientos sesenta y no sé cuánto, me parece, no recuerdo muy bien, en la época de la gobernación del Doctor Guzmán, se ha enajenado las salinas, se ha dado no sé a qué empresa para que la explote. Y entonces los salineros ya hemos quedado marginados, ya no éramos dueños de entrar donde queríamos, donde nosotros queríamos sacar la sal. Entonces ya nos cobraban. Si nosotros queríamos la sal, la sal buena, obligadamente teníamos que ir allá y decir: "bueno, señor, ¿me vende o me da permiso?". Pero el permiso no era así no más. Teníamos que pagar piso, la carga nosotros teníamos que comprarla a estos señores.
Ya no, ya ha cambiado totalmente la forma de traer la sal y yo creo ... no, no creo, sino que verdaderamente es así: el año pasado, no sé en qué tiempo, el año pasado se ha promulgado una ley por nuestros legisladores de que se iba a ampliar la zona de reserva. Ante todo, nos han dejado un pedacito, pero el pedacito para nosotros no servía para nada. Esa sal que nos han dejado un pedacito era inferior, el que trabajaba la sal esa sal, así como estaba haciendo, se trinchaba, se rayaba, pero todo muy poco: se utilizaba o se desmoronaba una sal muy inferior.
[un interlocutor]
Claro, porque en realidad, en el mismo piso de la salina, al largarlo se iba en pedazos.
[Eulalio Lamas]
Claro, se hacía pedazos.
[el interlocutor]
Mientras que antes, de donde antes se sacaba, los lugares como Piedra Chata, que son de donde se sacaban los panes, son totalmente sólidos: si lo tira, o si el animal al cojearse, se voltea, no pasa nada.
[Eulalio Lamas]
Era así. Bueno, no sé si viendo esa necesidad o no sé, no entiendo yo, eso se ha ampliado, dicen que se ha ampliado el anteaño pasado, no sé, ¿cuándo fue?
[Rubén Alancay]
En el 86. Quiero dar datos un poco más precisos. En el último gobierno constitucional que hemos tenido del ingeniero Snopek, se sanciona una ley provincial en la cual decían todos los diputados por unanimidad que iban a expropiar las salinas para devolverlo a los nativos, a los de
Nosotros veíamos eso con gran alegría y con gran algarabía a la vez, porque íbamos a volver de nuevo quizás a los roles anteriores de nuestros ancestros, en donde la sal se llevaba no solo para el consumo de uno sino que lo traían para la quebrada. Donde nosotros, los arrieros de allá, venían con la carga de allá y cambiaban con fruta, con papa, con maíz y era un medio de vida entre las comunidades aborígenes anteriormente, que hoy no es, como decía el abuelo (9). ¿Por qué? Porque tenemos que ir a ver al patrón y ese patrón ni siquiera es nativo, sino que es un tal Romero de Salta y otro cordobés que no me acuerdo si es Murúa. No me acuerdo el nombre con exactitud: hay tres dueños en este momento en la salina.
Cuando fue sancionada esta ley, que a nosotros nos parecía bien, en otras comunidades tratábamos de organizarnos en cooperativas o en asociación de salineros, porque pensábamos explotarla a la sal, porque era una fuente de trabajo para los mismos jóvenes de ahí para evitar el desarraigo. Y en el 86 vuelven a modificar esa ley, en la cual dicen que las salinas se entregarán a terceros y los terceros se harán cargo de ocupar como mano de obra a la gente del lugar: esto ya era una contradicción total.
[un participante]
Bueno, una burla.
[Rubén Alancay]
Si, como una burla al pueblo. Donde nosotros veíamos que los mismos estos cordobeses ... Ni siquiera uno de la puna se ha ocupado, porque todos llevaban camiones y máquinas de allá de Córdoba y nada que ver con nosotros. Incluso, cuando había notas de la comunidad de Rinconadilla, de Alfarcito y de parte de acá del Colorado, del Departamento de acá de Tumbaya, reclamando eso, entonces decían los diputados: "sí, pero para eso tienen
Van los de
O sea que a la gente de
Yo creo que no tiene que ser así. Si los pueblos quieren progresar es cuando nos empecemos a respetar por nuestras propias culturas que tenemos, el de Occidente a Occidente y lo de América a América, pero respetémonos como personas con derechos, con dignidad humana como todos. O sea, que esto es lo que tendríamos que ver en las salinas.
También yo estoy seguro que nosotros, por más que gritemos los puneños allá, a nosotros no nos dan ni cinco de centavos aquí en Jujuy. Así como estábamos en unanimidad, todos los diputados peronistas, radicales, emepejotistas (11) han aprobado esa ley, así también todos, radicales, emepejotistas y peronistas han disuelto esa ley para cambiarla. O sea que nosotros, la puna y la quebrada, yo creo que no tienen ningún representante legal ante la cámara legislativa o ante el gobierno provincial o nacional.
[un participante]
Eso es cierto.
[otro]
Eso es cierto.
[otro]
Muy bien.
[otro]
Toda la verdad, sobre todo en la puna no hay nadie.
[otro]
Bueno yo creo que en
[otro]
Conozco aquí diputados que son la expresión suprema del alma del pueblo, de la cultura local y que incluso lleva el nombre, el nombre propio de la gente nuestra de acá, ¡qué raro!.
[otro]
Pero eso es una burla: no tiene nada que ver.
[otro]
Esta gente de la quebrada y la puna (12), es la misma gente que está en contra de los suyos.
[otro]
Exactamente.
[otro]
Eso es.
[Rubén Alancay]
Exactamente. Yo creo que un Coya, si se viene a la capital, en cualquier momento se vuelve más negrero de lo que son otros. Eso es la verdad. Yo me acuerdo en el ‘83, cuando empezaba la campaña política, cuando volvíamos a la democracia (13), a mi no me tenían en cuenta. Pero sí, yo estaba dentro de
Y entonces, cuando sucede esto, te charlaban unos, te charlaban otros, que "mirá hermanito", que "nosotros te vamos a poner esto", que "te vamos a poner esto otro"; ¡uh!, “mirá, que vamos a trabajar para tu pueblo, vamos a trabajar con tu comunidad". Muy bien, vos sos joven, no te vas a entregar al lobo; y cuando vos quieres salir de ahí, no podés. En el mismo ‘83, al final del ‘83, cuando ya estaban posesionados como gobierno, a nosotros no nos daban nada. Hasta que empezamos a conocernos, digamos, entre nosotros, y empezar a trabajar en comunidad y empezar a pelear al diputado: "señor, usted me ha prometido esto"; -"sí, pero no hay plata, vos sabés que el otro gobierno ...". Se echan la culpa del uno al otro (15).
O sea que yo creo que el problema de los argentinos, es uno, la mentira, que todos nos mentimos. Aquí hay que dejar de mentir y decir todos la verdad, hay que ser valientes. La garantía no es decir "yo hago patriotismo". Pero el patriotismo, si está la injusticia, si aquí en
Tejidos y tejedores: valor y precio
[Armando Álvarez]
Está también Don Cecilio, que nos va hablar del tema de los tejedores. Como la gente de Barrancas también son tejedores, yo le pediría a Don Cecilio que nos diga como va esta cuestión de los tejedores. Así como lo están viendo los hermanos de Barrancas, los problemas, qué se podría hacer, cómo lo hacemos, en fin, lo mismo que los tejedores de Barrancas: qué nos aporta.
[Cecilio Mamaní]
[Antes de empezar a tejer, durante] ocho años me fui para los ingenios (16). He estado ocho años en los ingenios y después volví a mi casa porque me tocaba el servicio y de ahí, como a los 25 años, después que he venido de la conscripción, he agarrado el telar y ya tengo 77 años, o sea 52 años de tejido. Y he hecho más de quinientos ponchos, en el pueblo de Tilcara y en todo el Departamento y mis obras se han ido a la ciudad de Jujuy, se han ido a Salta y han ido a Córdoba. Obras buenas han sido, obras de vicuña que se han llevado a Córdoba son muchas.
Y después he aprendido a tejer alpaca, vicuña, guanaco, llama, lana común de oveja. Y ahora me veo viejo: ya tanto tejer pero nadie me da ninguna importancia. Me tienen ahí que "ya te jubilamos", que "ya te vamos a pensionar" y hoy no hay nada, todo es mentira, todo es inválido, hoy no se cobra (17) . Eso no podía ser. ¿Cuándo podía ser?: la mentira ya debía terminarse como aquí. Otros países no mienten tanto: son cumplidos.
Eso no puede ser: ya estamos, de la mentira ya estamos cansados en todo el país los argentinos. Y ahora ya me veo viejo, ya no puedo trabajar, ya tengo inválido el pulmón y ya no trabajo. Enseñar (18) . Pero real trabajar para negociar ya no hay capacidad y eso debe ser todo.
[Eulalio Lamas]
Bueno, entonces tomo la palabra yo. Quiero dar a conocer mi conocimiento como artesano de la puna. No solamente yo, sino que todos los que estamos aquí somos artesanos (19) . De manera que, si quiero expresarlo en breves palabras, la confección de un barracán corte, el tiempo que nos lleva para hacer un corte o un barracán, de seis metros pongamos el caso que le hagamos, y nosotros allá no tenemos máquina para hacerlo el hilo.
Entonces, ese barracán de seis metros, el hilado nos lleva ... según, si hay gente que son ligeras para hilar: por ejemplo yo para hacer un barracán de seis metros, lo hago al hilo más o menos en ocho o diez días. Y para hacer el barracán se necesita saber la combinación de los hilos, ponerlo, y hasta llegar a un cierto tipo de proceso para poder ya formar la tela. Y eso nos lleva, por ejemplo a mí me lleva dos días y para tejerlo según el matriz puede llevarme para seis metros una semana o un poco más todavía. Ese es el trabajo de mí como artesano. Claro, yo ya no tengo esa habilidad como de mozo y a los jóvenes les puede llevar quizás menos y eso quiero darles a conocer yo a ustedes. También la frazada, dependiendo también de la habilidad de la persona, del artesano, puede llevarle en hilado una semana o más y la confección de dos a tres días. Eso no más, compañeros.
[Ricardo Alancay] (20)
A todo eso también, como tejedor, quiero hacer hincapié en esto. Así como Don Cecilio, mucha gente, muchos mayores se sienten frustrados por todo lo que estamos luchando para que esa situación no se vaya a repetir, tanto en cuanto a lo que se valora a un tejedor, o a un salinero, o a un criador de llamas de la puna. Y hay que hacer hincapié en esto: en las horas trabajadas, los días trabajados. Aparte, lo fundamental es que el hombre que va a trabajar su barracán, su frazada, no va a especular con las horas de trabajo que va a poner: directamente va a trabajar, trabaja ocho horas y son ocho horas de producción.
Y sumándole los días que puede invertir un artesano para hacer una frazada, de diez a quince días para hacer un barracán, de quince a veinte días para hacer un poncho, o a lo mejor por el hilado y por todo lo demás, de acuerdo a sus posibilidades puede llevarle un mes. Realmente la forma en que se venden las artesanías no tiene nada que ver: invertir el tiempo y el trabajo por lo que se paga por ese trabajo.
Es fundamental que nosotros los artesanos podamos hacer esto, que la gente no crea que se le está robando, se le está vendiendo una cosa que no sirve. Una frazada, yo les puedo decir, allá en la puna nosotros la trasladamos a lomo de burro, la tiramos en el campo, no es la comodidad de una casa típica de aquí y dura más de veinte a veinticinco años. De la misma forma, un poncho a uno le puede enterrar, como nosotros normalmente hablamos. O sea que el precio de una pieza que aparentemente es caro, en cuanto a su duración y en cuanto a la forma noble del material que tiene, porque todo es lana pura: según se haga, no?, pero normalmente trabajamos con lana pura de llama o de oveja.
Digamos, en eso nosotros nunca vemos valorado nuestro trabajo, jamás. Estamos luchando aquí por intermedio de PIRCA por la cooperativa en Barrancas, Don Cecilio por la escuela que tenía aquí, pero lamentablemente también nos vemos impedidos porque el factor económico es lo que nos limita demasiado a nosotros. Eso es lo que planteamos como artesanos, como locales de aquí.
Más allá de la artesanía: la agricultura, el turismo y otros recursos regionales
Incluso me animaría que se pudiera tratar un tema después, sobre todo el de la agricultura, que es un problema que se siente mucho acá en la quebrada, porque es un lugar que se presta para eso. Veamos qué producimos, cómo producimos; después cómo nos alimentamos, de qué nos alimentamos, y hasta dónde nos ayuda eso y hasta dónde nos perjudica de forma notable.
Al meter abonos químicos estamos arruinando la tierra, nos estamos haciendo nada más que para un solo tipo de producción que después, a la larga, puede durarnos cinco ó seis años, pero después, cuando quieramos ver, después de diez años de producir, nos vamos a dar cuenta de que estas tierras no sirven para nada. Y por eso creo que esa es una de las causas por las que mucha gente ha dejado sus tierras aquí en la quebrada y también como nos pasó a todos. Lamentablemente en la puna y la quebrada tenemos que emigrar, desarraigarnos, no vale nuestro trabajo, nuestras cosas van quedando de lado, relegadas.
Otras cosas son las falsas promesas. Y todo eso hace que en el día un grupo de gente nos pongamos a pensar qué es lo que queremos realmente para nosotros, para nuestros mayores y para nuestros hijos. Nosotros queremos estar en nuestras tierras, mantenernos aquí en la quebrada y en la puna, no emigrar más. Por eso estamos defendiendo nuestra tierra, nuestra frontera, estamos tratando de no tener tantos problemas como hay en las ciudades por el hacinamiento de la gente, porque no hay infraestructura para que se pueda vivir dignamente allí.
Lo planteamos de una forma concreta, y digo que lo planteamos todos, porque hemos charlado los grupos: aquí la gente que estamos planteando esto estamos convencidos de que tenemos que quedarnos. Pero para esto, también tenemos que enseñar que lo que hacemos sirve. Esto es una fuente de trabajo que no necesita grandes inversiones: solamente de lo que nosotros podemos hacer con nuestras manos y de nuestro trabajo.
Que se incentive el turismo, pero bien intencionado, de una forma concreta, cabal, correcta. No tipo grandes infraestructuras, muchas cosas que se van en proyectos demasiado irrealizables. Esto es lo que hay que tratar de tomar conciencia todos. Creo que a todos de alguna forma nos beneficia una posición clara, sencilla, que sea concreta. No podemos pretender que esto suceda de un día a otro.
En nuestra provincia yo he escuchado hablar a mucha gente. Dice: Jujuy es demasiado caro para vivir como turista. Y dentro de Jujuy, Tilcara es demasiado caro, lo más caro todavía. Yo creo que la gente que quiere en estos momentos trabajar con el turismo está pensando en una forma equivocada porque no respeta, piensa que a lo mejor, no sé si hay alguien que se sienta tocado, quisiera que me lo remate, ¿no?, el hecho es que en quince días no se puede ganar lo que se gana en un año de trabajo.
Es preferible que tengamos toda la vida, todo el año aquí en Tilcara mucha gente, como aquí en la quebrada y en la puna también puede ser después para que podamos vivir dignamente todo el año. No venir con un machete y arrancarle la cabeza con los precios a la gente, correrlos. Estamos corriendo [a la gente] y estamos desprestigiando a toda la zona. Creo que ese es un error que nosotros también tenemos que hacer ver a nuestros propios hermanos que piensan diferente.
Se piensan que porque vienen hay que mostrarles algo, pero hay que cobrarles primero. Y lamentablemente, nosotros para mostrar tenemos que saber qué es lo que les mostramos, qué es lo que proponemos y después decirle: vale tanto. A través de eso, cuando uno actúa de esa forma, creo que es más correcto que ambos veamos hasta donde podemos llegar y se puede trabajar bien. Nada más: eso es todo lo que quería decirles.
Tinturas naturales y artificiales: más sobre el valor
[Rubén Alancay]
Yo quería hablar sobre las artesanías, donde estamos pasando por alto, yo creo, un dato que es muy importante, los recursos naturales de la tintura. Van a ver que aquí entre los tejidos que tenemos hay colores con anilinas, pero Barrancas, o sea los artesanos de Barrancas están tratando de explotar los recursos naturales que tenemos, como ser la lampaya, el hollín, el chipi-chapi, para tener los mismos colores pero esos también cuestan lo mismo que cuesta una anilina.
El que nos vende la anilina nos saca el ojo, una onza (21) de anilina salía ayer cinco australes (22). Por eso, a lo mejor hay algunas cosas que se sienten caras, pero también es que el otro vive con la anilina, quiere sacar ventaja porque nosotros necesitamos eso, cuando antes se usaban otras cosas.
Creo que nosotros mismos hemos pasado a un lugar más cómodo y creo que en la artesanía tendríamos que volver a lo nuestro. Digamos, recuperar los colores que teníamos nosotros. La lampaya, que te daba un color vino tinto, y después depende de la cantidad que se quiera poner y del color que se quiera sacar. El hollin lo mismo, el chipi‑chape lo mismo, lo mismo el kinchamal, del que se sacan los colores verdes, los amarillos o verde claro.
[Héctor Alancay]
Claro, con respecto a la cuestión de los teñidos naturales, también conviene comprar la anilina, pero por parte yo lo veo medio engañoso, porque al comprar la anilina, ¿qué trabajo lleva?. La pagás los australes que sean, pero uno va, tiñe rápido; pero con la cuestión de los teñidos naturales, es un trabajo bastante.
Para mí, es bastante trabajo porque lleva un montón de tiempo para enjuagar, y volver a jabonar, cosa que no quede nada del teñido que muestre, cuando uno lo golpea que salga el polvo o que quede con el olor de la planta que se tiñe: se lo quita con jabonado. Así que no sé, yo veo también que cuestan bastante los teñidos con colores naturales.
[un participante]
Claro y además de eso, los colores naturales son colores más fijos que los de la anilina.
[Otro participante]
Por eso cuesta mucho.
[Otro]
Que cuesta mucho. Es un color firme ya: un color serio que no desaparece.
[un tilcareño]
Por acá también para el teñido natural se usa el nogal y es casi lo mismo que la lampaya. Cuesta lo mismo y da un color amarillo, que da la cáscara.
[Rubén Alancay]
Después también en
[Armando Álvarez]
Bueno, yo invito a todos los presentes para esta noche a las 22. La comunidad de Barrancas va a presentar una obra que realiza todos los años el primero de noviembre en Barrancas que se llama Yunga de Todos los Santos. Que se va a hacer esta noche a las 22 y es una lástima que no estén las autoridades de
Notas
(1) Las conversaciones sobre conocimiento popular que aquí se transcriben se llevaron a cabo en Tilcara, durante enero de 1988, y fueron organizadas por PIRCA -Proyecto de Integración y Rescate de
(2) Los autores son mencionados por orden alfabético. Los cuatro primeros son nativos de Barrancas, de los cuales Ricardo Alancay habita en Tilcara (pero ver nota 20). Cecilio Mamaní es tilcareño. Mario Rabey es el compilador-organizador del texto y autor de las notas (ver nota 1).
(3) Se está refiriendo a tres poblados -y sus áreas circundantes-, ubicados respectivamente en los extremos noroeste (Santa Catalina), norte (Yavi) y nordeste (Santa Victoria) de los Andes de Argentina. La distancia en kilómetros entre las Salinas Grandes de la puna jujeña, a las cuales se refiere Don Eulalio, y esas áreas es de unos 120 a 170 km. La distancia en tiempo de viaje, con tropas de burros y el tropero caminando, es de unas cuatro a seis jornadas de ida y otro tanto de vuelta.
(4) Profundidad.
(5) Con respecto al borde de la salina.
(6) Aquí hace un gesto, indicando con las manos la profundidad de la sal en el borde de las salinas.
(7) Aquí se dirige a los interlocutores. La conversación se desarrolla en la sala de la Biblioteca Popular de Tilcara. Participan varios barranqueños -es decir, puneños-, entre los cuales la mayor parte de los que exponen, excepto don Cecilio Mamaní, tejedor de Tilcara. El resto, éramos casi todos residentes de Tilcara -es decir, “de la quebrada (de Humahuaca)”. En los Andes de Jujuy, existe un fuerte contraste ecológico entre Puna y Quebrada y un evidente contraste cultural –con base ecológica- entre puneños y quebradeños (Rabey et. al 1986).
(8) Se refiere a los bloques de barro sin cocer que se utilizan como material básico para la construcción de paredes en esta región y muchas otras del mundo. Las dimensiones medias de los adobes son 40 cm x 30 cm x 10 cm.
(10) En 1986, Rubén Alancay ocupaba el cargo de Comisionado Municipal del Distrito de Barrancas, en la puna.
(11) Emepejotistas son los miembros del MPJ (Movimiento Popular Jujeño) un partido político local de la provincia de Jujuy, surgido de un desprendimiento del partido radical en 1957.
(12) Se refiere siempre a los mismos diputados provinciales que son elegidos, supuestamente, como representantes de las áreas andinas de la provincia.
(13) A fines del último gobierno militar, cuando comenzaban los preparativos para las elecciones que llevaron al triunfo radical en el nivel nacional -siendo elegido el Dr. Raúl Alfonsín como presidente- y al del peronismo en la provincia -siendo elegido el Ing. Carlos Snopek como gobernador-.
(14) Rubén Alancay fue -y seguía siendo en tiempos de la reunión de donde se tomaron estos materiales- uno de los tres animadores de comunidad, un cargo establecido en el marco de la estructura de
(15) Hay una referencia al hecho que el gobierno nacional estaba en manos de un partido político y el provincial en manos de otro, lo que solía ser usado como argumento por este último para justificar la falta de recursos para cumplir con promesas electorales.
(16) Se refiere a las plantaciones azucareras ubicadas en las tierras bajas, inmediatamente al este del pie oriental de los Andes, donde miles de campesinos andinos de Argentina y Bolivia son reclutados todos los años para las cosechas estacionales, entre abril y noviembre.
(17) Don Cecilio se debe estar refiriendo aquí a promesas recibidas por parte de funcionarios y políticos de conseguirle una jubilación o una pensión a la vejez, para las cuales ya tiene condiciones de edad hace doce años. Estas promesas forman parte de los recursos utilizados para la construcción de lazos de clientelismo político, especialmente en épocas de elecciones.
(18) En esos tiempos, don Cecilio estaba enseñando tejidos en unos talleres organizados con fondos de
(19) Mientras que en
(20) Ricardo, hermano de Rubén, hace años que habita en Tilcara, aunque manteniendo fuertes lazos de pertenencia con su pueblo nativo de Barrancas. Su actividad principal es como tejedor, habiéndose destacado por sus diseños de gran personalidad.
(21) En los Andes Centrales, en los intercambios realizados en ferias populares, se sigue utilizando como unidad de medida para ciertas transacciones en pequeñas cantidades (anilinas, hojas de coca, plantas medicinales, entre otras), la antigua onza, que equivale a un poco menos de treinta gramos.
(22) Aproximadamente un dólar al cambio de aquel momento.
Bibliografía mencionada
Merlino, R. J, Ozcoidi, M. y Sánchez Proaño, M.
l988 Persistencia y transformación del modo de vida andino en el extremo sur de los Andes Centrales. En S. Masuda, ed., Recursos naturales andinos: 30l‑338. Tokio, Universidad de Tokio.
Rabey, M. A., Merlino, R. J. y González, D. R.
l986 Trueque, articulación económica y racionalidad campesina en el sur de los Andes Centrales. Revista Andina, 4 (l): l3l‑l60. Cusco.